El silencio absorbió todo rastro de oscuridad
sobre la débil noche.
Corrió el amargo sabor del mar a través de mis pies,
sobre la arena la niebla tendió sus brazos,
en el viento… el aroma a carne muerta,
en sus manos, pétalos marchitos.

Carne muerta sobre mis sentidos
consumiendo mi aliento,
el viento norte trae una lluvia sangrienta.
Dulces sacrificios en honor a la vida;
se enciende una llama sobre los cuerpos;
quemar las almas, ser abono para la tierra,
dar de beber sangre a nuestra Madre
apaciguar su alma;
las nuestras viven… sobre su propio lecho de muerte,
Se puede respirar el olor a putrefacción
las cenizas están sobre la piel.


Sobre mis hombros el inagotable peso de la carne.
Si morir pudiése;
mi espíritu se ha hastiado
solo quiere desaparecer su peso;
desprenderme de toda razón
morir en cada crepúsculo
al igual que el sol,
dejar de vivir en el seno de la noche,
dejarme llevar por las estaciones
que éstas revivan mi cuerpo lleno de sangre,
si morir pudiése…
ya no sería la Madre Tierra.