He tratado de conducir mi vida a través de laberintos
con fe ciega,
con mis manos ensangrentadas
de tanto rasgar las paredes, y caer sobre las espinas.
Cada paso que doy no tiene fuerzas
y lo sigue una amarga sensación de frustración.
Caen las solitarias estrellas
se apagan las chispas, arden las memorias por siempre.
He doblado en cada esquina
con el recuerdo de una botella en la mano,
recuerdos con sabor a realidad.
Mis piernas atravesadas por el camino, tiemblan,
y el sudor de la desesperación brota de mi piel;
sobre cada pasillo hay depositada una gota de mi sangre
que recuerda mi sufrimiento,
su sabor es dulce,
porque así son mis sueños, donde te encuentras.

¿A dónde me conducen estos laberintos?

Cada mañana el sol se encierra
en la inmensidad del universo,
queda solo,
las estrellas escapan de su presencia,
queda abandonado.
¿Ese soy yo?
¿Hacia donde me conducen?
Cuando quiero volar, toco fondo,
cuando quiero hablar nos interrumpen
o simplemente nada puedo decir…
Se siente más fuerte la sensación de soledad
estando perdido en un mundo sin comienzo.
He pintado cada pared con el color de mi vida…
He formado un paraíso del cual no puedo huir,
no veo la realidad.
He formado unos laberintos y se ha perdido mi vida.
Mis ojos quieren ver,
pero necesitan estar ciegos para seguir perdidos
en crueles fantasías.
He pintado cada pared con el color de mi vida…
pobre de mis ojos que no pueden apreciar tal belleza,
pobre de mi alma; la que he dejado abandonada…
y tú has recogido.