Aquellos que, corriendo acudieron a tu llamado
fueron víctimas de su impaciencia cegadora
del poder que ofrecias;
una verdad inexistente.

Calmaron sus latidos con embriaguez
bebieron hasta olvidar la sangre derramada
sus lágrimas se fundieron en un manto escarlata.

Dieron más que un sueño,
pero ¿qué sabian de la verdad?
el mundo conocido era una vida fugaz cubierta de muerte;
no tenían que perder.

La llama que una vez fue débil y tenue,
hoy se ve como un atardecer ensangrentado,
jugaste con sus almas y hoy pagas el precio:
la fe no se adquiere con mentiras.